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miércoles, 20 de octubre de 2010
Cuál es la verdad sobre las Escrituras?
(1767.3) 159:4.1 Jesús se desplazó entonces a Abila, donde trabajaban Natanael y sus compañeros. Natanael estaba muy confundido por algunas declaraciones de Jesús que parecían disminuir la autoridad de las escrituras hebreas reconocidas. En consecuencia, aquella noche, después de la sesión habitual de preguntas y respuestas, Natanael apartó a Jesús de los demás y le preguntó: «Maestro, ¿podrías confiar en mí como para hacerme saber la verdad sobre las Escrituras? Observo que nos enseñas solamente una parte de las escrituras sagradas — la mejor en mi opinión — y deduzco que rechazas las enseñanzas rabínicas que afirman que las palabras de la ley son las palabras mismas de Dios, que estaban con Dios en el cielo incluso antes de la época de Abraham y Moisés. ¿Cuál es la verdad sobre las Escrituras?» Cuando Jesús escuchó la pregunta de su apóstol desconcertado, respondió:
(1767.4) 159:4.2 «Natanael, has juzgado bien; yo no considero las Escrituras como lo hacen los rabinos. Hablaré contigo de este asunto a condición de que no comentes estas cosas con tus hermanos, porque no todos están preparados para recibir esta enseñanza. Las palabras de la ley de Moisés y las enseñanzas de las Escrituras no existían antes de Abraham. Las Escrituras han sido reunidas en una época reciente bajo la forma que las poseemos ahora. Aunque contienen lo mejor de las ideas y los anhelos más elevados del pueblo judío, también contienen muchas cosas que están lejos de representar el carácter y las enseñanzas del Padre que está en los cielos; por eso tengo que escoger, entre las mejores enseñanzas, aquellas verdades que han de ser extraídas para el evangelio del reino.
(1767.5) 159:4.3 «Estos escritos son obras de los hombres, algunos de ellos santos y otros no tan santos. Las enseñanzas de estos libros representan los puntos de vista y el grado de iluminación de la época en que se originaron. Como revelación de la verdad, los últimos libros son más dignos de confianza que los primeros. Las Escrituras son defectuosas y su origen es enteramente humano, pero no te equivoques, pues constituyen la mejor recopilación de sabiduría religiosa y de verdad espiritual que se puede encontrar actualmente en el mundo entero.
(1767.6) 159:4.4 «Muchos de estos libros no fueron escritos por las personas cuyos nombres figuran en ellos, pero eso no disminuye en nada el valor de las verdades que contienen. Aunque la historia de Jonás no fuera un hecho, e incluso si Jonás nunca hubiera existido, la profunda verdad de este relato — el amor de Dios por Nínive y por los supuestos paganos — no sería por ello menos preciosa a los ojos de todos aquellos que aman a sus semejantes. Las Escrituras son sagradas porque exponen los pensamientos y los actos de los hombres que buscaban a Dios, y que dejaron en estos escritos sus conceptos más elevados sobre la rectitud, la verdad y la santidad. Las Escrituras contienen muchas, muchísimas cosas que son verdaderas, pero a la luz de la enseñanza que estás recibiendo, sabes que estos escritos contienen también muchas cosas que desfiguran la imagen del Padre que está en los cielos, el Dios amoroso que he venido a revelar a todos los mundos.
(1768.1) 159:4.5 «Natanael, nunca te permitas creer ni un instante en los relatos de las Escrituras que te dicen que el Dios del amor ordenó a tus antepasados que salieran a luchar para matar a todos sus enemigos — hombres, mujeres y niños. Esos documentos son palabras de hombres, de hombres no muy santos, pero no son la palabra de Dios. Las Escrituras siempre han reflejado, y reflejarán siempre, el estado intelectual, moral y espiritual de sus autores. ¿No has observado que los conceptos de Yahvé crecen en belleza y en gloria a medida que los profetas elaboran sus escritos, desde Samuel hasta Isaías? Y deberías recordar que las Escrituras están destinadas a la instrucción religiosa y a la orientación espiritual. No son la obra de unos historiadores ni de unos filósofos.
(1768.2) 159:4.6 «La cosa más deplorable no es simplemente esa idea errónea de que los relatos de las Escrituras son absolutamente perfectos y que sus enseñanzas son infalibles, sino más bien la mala interpretación confusa que los escribas y fariseos de Jerusalén, esclavizados por la tradición, hacen de estos escritos sagrados. Y ahora, en sus esfuerzos resueltos por contrarrestar las enseñanzas más modernas del evangelio del reino, van a emplear tanto la doctrina de que las Escrituras son inspiradas como las falsas interpretaciones que hacen de ellas. Natanael, no lo olvides nunca: el Padre no limita la revelación de la verdad a una generación concreta ni a un pueblo determinado. Muchos buscadores ardientes de la verdad se han sentido, y continuarán sintiéndose confundidos y desanimados debido a estas doctrinas de la perfección de las Escrituras.
(1768.3) 159:4.7 «La autoridad de la verdad es el espíritu mismo que reside en sus manifestaciones vivientes, y no las palabras muertas de los hombres de otra generación, menos iluminados y supuestamente inspirados. Y aunque esos santos antiguos vivieran unas vidas inspiradas y repletas de espíritu, eso no significa que sus palabras estuvieran igualmente inspiradas por el espíritu. Actualmente no ponemos por escrito las enseñanzas de este evangelio del reino, por temor a que después de mi partida, os dividáis rápidamente en varios grupos que compitan por la verdad a consecuencia de vuestras diversas interpretaciones de mis enseñanzas. Para esta generación, es mejor que vivamos estas verdades, evitando ponerlas por escrito.
(1768.4) 159:4.8 «Toma buena nota de mis palabras, Natanael: nada de lo que la naturaleza humana ha tocado puede ser considerado como infalible. Es cierto que la verdad divina puede brillar a través de la mente humana, pero siempre con una pureza relativa y una divinidad parcial. La criatura puede desear ardientemente la infalibilidad, pero sólo los Creadores la poseen.
(1768.5) 159:4.9 «Pero el error más grande de la enseñanza acerca de las Escrituras consiste en la doctrina que las presenta como libros herméticos de misterio y de sabiduría, que sólo los sabios de la nación se atreven a interpretar. Las revelaciones de la verdad divina no están precintadas, salvo por la ignorancia humana, la beatería y la intolerancia mezquina. La luz de las Escrituras sólo está empañada por los prejuicios y oscurecida por la superstición. Un falso miedo a lo sagrado ha impedido que el sentido común salvaguarde la religión. El miedo a la autoridad de los escritos sagrados del pasado impide eficazmente que las almas honradas de hoy acepten la nueva luz del evangelio, una luz que anhelaron ver con tanta intensidad aquellos mismos hombres que conocieron a Dios en generaciones anteriores.
(1769.1) 159:4.10 «Pero lo más triste de todo esto es el hecho de que algunos de los que enseñan la santidad de este tradicionalismo conocen esta misma verdad. Comprenden más o menos plenamente estas limitaciones de las Escrituras, pero son moralmente cobardes e intelectualmente deshonestos. Conocen la verdad acerca de los escritos sagrados, pero prefieren ocultarle al pueblo estos hechos perturbadores. Y así desnaturalizan y tergiversan las Escrituras, convirtiéndolas en una guía para los detalles serviles de la vida diaria, y en una autoridad para las cosas no espirituales, en lugar de recurrir a los escritos sagrados como depósito de la sabiduría moral, la inspiración religiosa y la enseñanza espiritual de los hombres que conocieron a Dios en las generaciones pasadas.»
(1769.2) 159:4.11 Natanael se sintió iluminado, y conmocionado, por las declaraciones del Maestro. Reflexionó largamente, en las profundidades de su alma, sobre esta conversación, pero no le habló a nadie acerca de este diálogo hasta después de la ascensión de Jesús; e incluso entonces, temió dar a conocer la historia completa de la enseñanza del Maestro.
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