miércoles, 13 de octubre de 2010

Todos somos como Jonás

 Durante su estancia en Jope, Jesús conoció a Gadía, un intérprete filisteo que trabajaba para un curtidor llamado Simón. Los agentes de Gonod en Mesopotamia habían hecho muchos negocios con este Simón; por eso Gonod y su hijo deseaban visitarlo camino de Cesarea. Mientras permanecieron en Jope, Jesús y Gadía se hicieron buenos amigos. El joven filisteo era un buscador de la verdad. Jesús era un dador de la verdad; él era la verdad para esa generación en Urantia. Cuando un gran buscador y un gran dador de la verdad se encuentran, se produce una gran iluminación liberadora surgida de la experiencia de la nueva verdad.
 Un día, después de la cena, Jesús y el joven filisteo paseaban por la orilla del mar y Gadía, sin saber que este «escriba de Damasco» estaba tan bien versado en las tradiciones hebreas, mostró a Jesús el lugar donde Jonás supuestamente había embarcado para su funesto viaje a Tarsis. Cuando concluyó sus comentarios, hizo a Jesús la pregunta siguiente: «¿Tú crees que el gran pez se tragó realmente a Jonás?». Jesús percibió que la vida del joven había estado enormemente influida por esta tradición, y que sus reflexiones al respecto le habían inculcado la locura de intentar huir del deber. Por lo tanto, Jesús no dijo nada que pudiera destruir repentinamente las motivaciones fundamentales que guiaban a Gadía en su vida práctica. En respuesta a la pregunta, Jesús dijo:
 «Amigo mío, todos somos como Jonás, con una vida que vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Cada vez que tratamos de esquivar el deber de la vida diaria para ir en busca de tentaciones lejanas, nos ponemos inmediatamente bajo el dominio de influencias que no están dirigidas por los poderes de la verdad ni por las fuerzas de la rectitud. Huir del deber es sacrificar la verdad. Evadirse del servicio de la luz y la vida sólo puede llevar a esos conflictos angustiosos con las temibles ballenas del egoísmo, que al final conducen a las tinieblas y a la muerte, a menos que esos Jonases que han abandonado a Dios deseen, incluso estando en lo más profundo de su desesperación, volver su corazón hacia la búsqueda de Dios y su bondad. Cuando estas almas desalentadas buscan sinceramente a Dios — con hambre de verdad y sed de rectitud — no hay nada que pueda retenerlas por más tiempo en cautiverio. Por muy profundos que sean los abismos donde puedan haber caído, cuando buscan la luz de todo corazón, el espíritu del Señor Dios de los cielos las libera de sus cadenas; las tribulaciones de la vida las arrojan a la tierra firme de las nuevas oportunidades para un servicio renovado y una vida más sabia».
 Gadía se sintió muy conmovido por la enseñanza de Jesús. Siguieron conversando a la orilla del mar hasta muy entrada la noche, y antes de regresar a sus alojamientos, rezaron juntos y el uno por el otro. Este mismo Gadía escuchó las predicaciones posteriores de Pedro, se convirtió en un profundo creyente en Jesús de Nazaret, y tuvo una noche una memorable controversia con Pedro en casa de Dorcas. Gadía también contribuyó mucho a que Simón, el rico mercader de cuero, se decidiera a abrazar el cristianismo.

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