miércoles, 20 de octubre de 2010

El "temor" a Dios



(1675.2) 149:6.1 Fue en Gamala, durante la conferencia de la tarde, donde Felipe dijo a Jesús: «Maestro, ¿por qué las Escrituras nos enseñan que ‘temamos al Señor,` mientras que tú desearías que miráramos sin temor al Padre que está en los cielos? ¿Cómo podemos armonizar estas enseñanzas?» Jesús contestó a Felipe, diciendo:

(1675.3) 149:6.2 «Hijos míos, no me sorprende que hagáis estas preguntas. Al principio, el hombre sólo podía aprender el respeto a través del miedo, pero yo he venido para revelar el amor del Padre con el fin de que os sintáis inducidos a adorar al Eterno por el atractivo del reconocimiento afectuoso de un hijo, y la reciprocidad del amor profundo y perfecto del Padre. Quisiera liberaros de la esclavitud de poneros, por miedo servil, al servicio fastidioso de un Dios-Rey celoso e iracundo. Quisiera enseñaros la relación de Padre a hijo entre Dios y el hombre, para que os sintáis conducidos alegremente a la libre adoración, sublime y celeste, de un Padre-Dios amoroso, justo y misericordioso.

(1675.4) 149:6.3 «El ‘temor al Señor` ha tenido diferentes significados a través de los tiempos; empezó con el miedo, ha pasado por la angustia y el terror, y ha llegado hasta el temor y el respeto. Partiendo del respeto, ahora quisiera elevaros, a través del reconocimiento, de la comprensión y de la apreciación, hasta el amor. Cuando el hombre sólo reconoce las obras de Dios, es inducido a temer al Supremo; pero cuando el hombre empieza a comprender y a experimentar la personalidad y el carácter del Dios viviente, se siente inducido a amar cada vez más a este bueno y perfecto Padre universal y eterno. Este cambio de relación entre el hombre y Dios es precisamente lo que constituye la misión del Hijo del Hombre en la Tierra.

(1675.5) 149:6.4 «Los hijos inteligentes no temen a su padre a fin de poder recibir buenos dones de sus manos; pero una vez que ya han recibido abundantemente las buenas cosas otorgadas por los dictados del afecto del padre por sus hijos e hijas, estos hijos muy amados se sienten inducidos a amar a su padre en respuesta al reconocimiento y a la apreciación de tan generosa beneficencia. La bondad de Dios conduce al arrepentimiento; la beneficencia de Dios conduce al servicio; la misericordia de Dios conduce a la salvación; mientras que el amor de Dios conduce a la adoración inteligente y generosa.

(1675.6) 149:6.5 «Vuestros antepasados temían a Dios porque era poderoso y misterioso. Vosotros lo adoraréis porque es magnífico en amor, abundante en misericordia y glorioso en verdad. El poder de Dios engendra el temor en el corazón del hombre, pero la nobleza y la rectitud de su personalidad producen la veneración, el amor y la adoración voluntaria. Un hijo obediente y afectuoso no le tiene miedo ni terror a su padre, aunque sea poderoso y noble. He venido al mundo para sustituir el miedo por el amor, la tristeza por la alegría, el temor por la confianza, la esclavitud servil y las ceremonias sin significado por el servicio amoroso y la adoración agradecida. Pero continúa siendo cierto para los que se encuentran en las tinieblas que ‘el temor al Señor es el comienzo de la sabiduría`. Cuando la luz brille más plenamente, los hijos de Dios se sentirán inducidos a alabar al Infinito por lo que él es, en lugar de temerlo por lo que hace.

(1675.7) 149:6.6 «Cuando los hijos son jóvenes e irreflexivos, se les debe reprender necesariamente para que honren a sus padres; pero cuando crecen y empiezan a apreciar mejor los beneficios del ministerio y de la protección de sus padres, un respeto comprensivo y un afecto creciente los eleva a ese nivel de experiencia en el que aman realmente a sus padres por lo que son, más que por lo que han hecho. El padre ama de manera natural a su hijo, pero el hijo debe desarrollar su amor por el padre, empezando por el miedo de lo que el padre puede hacer, y continuando por el temor, el terror, la dependencia y el respeto, hasta la consideración agradecida y afectuosa del amor.

(1676.1) 149:6.7 «Se os ha enseñado que debéis ‘temer a Dios y guardar sus mandamientos, porque en eso reside todo el deber del hombre.` Pero yo he venido para daros un mandamiento nuevo y superior. Quisiera enseñaros a ‘amar a Dios y a aprender a hacer su voluntad, porque éste es el privilegio más elevado de los hijos liberados de Dios.` A vuestros padres les enseñaron a ‘temer a Dios — al Rey Todopoderoso.` Y yo os enseño: ‘Amad a Dios — al Padre totalmente misericordioso.`

(1676.2) 149:6.8 «En el reino de los cielos, que he venido a proclamar, no hay un rey elevado y poderoso; este reino es una familia divina. El centro y el jefe, universalmente reconocido y adorado sin reservas, de esta extensa fraternidad de seres inteligentes, es mi Padre y vuestro Padre. Yo soy su Hijo, y vosotros también sois sus hijos. Por consiguiente, es eternamente cierto que vosotros y yo somos hermanos en el estado celestial, y mucho más desde que nos hemos vuelto hermanos en la carne, en la vida terrenal. Dejad pues de temer a Dios como a un rey o de servirle como a un amo; aprended a venerarlo como Creador; a honrarlo como al Padre de vuestra juventud espiritual; a amarlo como a un defensor misericordioso; y finalmente, a adorarlo como al Padre amoroso y omnisapiente de vuestra comprensión y apreciación espirituales más maduras.

(1676.3) 149:6.9 «Vuestros conceptos erróneos del Padre que está en los cielos dan origen a vuestras ideas falsas sobre la humildad y a una gran parte de vuestra hipocresía. El hombre puede ser un gusano de tierra por su naturaleza y origen, pero cuando está habitado por el espíritu de mi Padre, ese hombre se vuelve divino en su destino. El espíritu que mi Padre ha otorgado regresará con toda seguridad a la fuente divina y al nivel universal de su origen, y el alma humana del hombre mortal, que se habrá convertido en la hija renacida de este espíritu interior, se elevará ciertamente con el espíritu divino hasta la presencia misma del Padre eterno.

(1676.4) 149:6.10 «En verdad, la humildad le conviene al hombre mortal que recibe todos estos dones del Padre que está en los cielos, aunque hay una dignidad divina que está ligada a todos estos candidatos, por la fe, a la ascensión eterna del reino celestial. Las prácticas sin sentido y serviles de una humildad ostentosa y falsa son incompatibles con la apreciación de la fuente de vuestra salvación y con el reconocimiento del destino de vuestras almas nacidas del espíritu. La humildad ante Dios es totalmente apropiada en el fondo de vuestro corazón; la mansedumbre delante de los hombres es loable; pero la hipocresía de una humildad consciente y deseosa de llamar la atención es infantil e indigna de los hijos iluminados del reino.

(1676.5) 149:6.11 «Hacéis bien en ser dóciles ante Dios y en controlaros delante de los hombres, pero que vuestra mansedumbre sea de origen espiritual, y no la exhibición autoengañosa de un sentido consciente de superioridad presuntuosa. El profeta habló juiciosamente cuando dijo: ‘Caminad humildemente con Dios` porque, aunque el Padre celestial es el Infinito y el Eterno, también habita ‘en aquel que tiene una mente contrita y un espíritu humilde.` Mi Padre desdeña el orgullo, detesta la hipocresía y aborrece la iniquidad. Para recalcar el valor de la sinceridad y la confianza perfecta en el sostén amoroso y en la guía fiel del Padre celestial, me he referido con mucha frecuencia a los niños, con el fin de ilustrar la actitud mental y la reacción espiritual que son tan esenciales para que el hombre mortal acceda a las realidades espirituales del reino de los cielos.

(1677.1) 149:6.12 «El profeta Jeremías describió bien a muchos mortales cuando dijo: ‘Estáis cerca de Dios en la boca, pero lejos de él en el corazón.` ¿Y no habéis leído también esa terrible advertencia del profeta que dijo: ‘Sus sacerdotes enseñan por un salario y sus profetas adivinan por dinero. Al mismo tiempo, manifiestan piedad y proclaman que el Señor está con ellos`? ¿No habéis sido bien advertidos contra los que ‘hablan de paz con sus vecinos, estando la maldad en su corazón`, contra los que ‘adulan con los labios, mientras que su corazón actúa con doblez`? De todas las penas de un hombre confiado, ninguna es más terrible que la de ser ‘herido en la casa de un amigo en quien confía.`»

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